Era un discípulo honesto y de buen corazón, pero
todavía su mente era un juego de luces y sombras y no había recobrado la
comprensión amplia y conciliadora de una mente sin trabas.
Como su motivación era sincera, estudiaba sin cesar y
comparaba credos, filosofías y doctrinas. Realmente llegó a estar muy
desconcertado al comprobar la proliferación de tantas enseñanzas y vías
espirituales. Así, cuando tuvo ocasión de entrevistarse con su instructor
espiritual, dijo:
-Estoy confundido. ¿Acaso no existen demasiadas
religiones, demasiadas sendas místicas, demasiadas doctrinas si la verdad es
una?
Y el maestro repuso con firmeza:
-¡Qué dices, insensato! Cada hombre es una enseñanza,
una doctrina.
FIN
Anónimo Hindú